Mesa 1. Contexto económico-político mundial y latinoamericano.
El legado que deja un pensador como Louis Althusser se ve influenciado por una serie de altibajos que terminan por afectar negativamente, aunque no se quiera, la manera en cómo se percibe su obra alrededor del mundo. ¿Por qué hablar, entonces, de un pensador con tales características? Más aún, ¿por qué hablar de él en un conversatorio con un eje de discusión tan amplio, como el contexto económico-político latinoamericano actual?
Para quienes no lo conozcan o estén poco familiarizados con el tema, Louis Althusser fue un filósofo marxista francés, cuyo máximo aporte fue brindar a la teoría marxista, una nueva y diferente forma de comprender los textos de Marx: una forma sumamente política.
En el seno de los debates sobre la personalidad estalinista por parte del XX Congreso del PCUS (Partido Comunista de la Unión Soviética), y en medio de los levantamientos estudiantiles en Francia (1968); Althusser inscribe su obra marxista temprana. Para él, las lecturas que otros grandes filósofos, como Gramsci, Kautski, Plejanov y, hasta el mismo Lenin; “no habían hecho a El Capital la pregunta de su contenido económico o histórico, ni de su simple lógica interna.
[1] L. Althusser y E. Balibar, Para leer El Capital, trad. Martha Harnecker, México, Siglo Veintiuno Editores, 1ª ed., 1969, p. 19.
La tarea althusseriana en estos años, se esforzó por recalcar una primacía de la práctica, por encima de la teoría. Esto quiere decir: aquello que se debía poner de relieve en la teoría marxista era precisamente su consolidación a partir de su estadio práctico y no al revés. Para Althusser, Marx no había enunciado una teoría sin más, escueta o ideológica, sino que, había fundado lo que hasta ese entonces, nadie había hecho: una ciencia de la historia de las formaciones sociales.
Pero el compromiso de Althusser era mucho más fuerte de lo que podía parecer. Dicho compromiso, lejos de buscar un desdén de la teoría y un realce afanado de la práctica, en realidad, tenía que ver con la incitación a las masas lectoras a reivindicarse en el marco de la lucha de clases. Cuestión que, con mucho ímpetu, logró cimentar; primero, en sus alumnos (Foucault, Ranciére, Badiou, Balibar, Poulantzas: marxistas declarados), y segundo, con el levantamiento político en mayo del 68 en París. Desde ahí, no parece lejano que Althusser fuera justamente el autor que muchos universitarios mexicanos estuvieran leyendo, meses antes de la conocida tragedia orquestada por el gobierno mexicano.
La agitación francesa fue una antesala del movimiento mexicano. Si bien, cada uno con sus distintas causas y enfoques; ambos parte de una misma intención: hacer sonar el eco de la práctica política contestataria. ¿Qué tenía que ver Althusser, pues, en todo esto? Nuestro autor, luego del levantamiento en su país, se vio inmiscuido en polémicas con el estudiantado. La filosofía de Althusser pasó a ser la punta de lanza de la problemática marxista de la ideología. A partir de eso, varios universitarios —incluidos algunos de sus alumnos— se desprendieron de su figura, por considerar que había abandonado la coyuntura real de los primeros avances del movimiento.[2] Lo cierto es que, Althusser se mantuvo al pie de las necesidades de los trabajadores —y por ende del Partido Comunista Francés—, por encima de la de los intelectuales, y eso, ocasionó el malentendido.
[2] Cf. J. Ranciére, Althusser’s lesson, trad. Emiliano Battista, Nueva York, Continuum International Publishing Group, 2011.
Ahora bien, en México y Latinoamérica las cosas fueron distintas. La recepción althusseriana se llevó a cabo de una mejor manera, aunque como todo, con muchos detractores también. Varios intelectuales mexicanos de la talla de Luis Villoro, Alberto Híjar, Cesáreo Morales, Enrique González Rojo Arthur, Fernanda Navarro y Mariflor Aguilar, por mencionar algunos, comenzaron a reflexionar sobre la base que había establecido Althusser en Europa. Pero no solo eso, fue el propio Rafael Guillén (o Subcomandante Marcos), quien años más adelante, en su tesis de licenciatura, mencionaría lo siguiente:
Que ya es hora de que los inexistentes “althusserianos” expongan a la faz del mundo entero sus conceptos. Que opongan a la leyenda del fantasma del inexistente althusserianismo un manifiesto de su propio quehacer filosófico: una nueva práctica de la filosofía.[3]
[3] R. Guillén Vicente, Filosofía y educación. Prácticas discursivas – prácticas ideológicas. Sujeto y cambio históricos en los libros de texto oficiales para la educación primaria en México, Facultad de Filosofía y Letras UNAM, 1980, p. 2.
Todos conocemos lo que sucedió, tiempo después, en enero de 1994, en las montañas de Chiapas. Pero ¿por qué la filosofía althusseriana tendría una mejor recepción en América Latina, que en su propio lugar? Los pensadores y politólogos mexicanos, al igual que Althusser, coincidían en que la intelectualidad cargaba consigo una especie de ideología pequeñoburguesa. “Para llegar a ser ideólogos de la clase obrera (Lenin), intelectuales orgánicos del proletariado (Gramsci), es necesario que los intelectuales realicen una revolución radical en sus ideas: reeducación larga, dolorosa, difícil (…)”[4], decía Althusser.
[1] L. Althusser y E. Balibar, op. cit., p. 6.
Hoy en día, lo que está en juego en el escenario político mundial —y concretamente en el latinoamericano— no es cosa menor y, ¿qué tiene que ver con la filosofía? Sin duda alguna, es en el campo teórico-filosófico donde emergen las preguntas más esenciales para la vida, pero en lo que a la política respecta; esta no se puede seguir haciendo desde los vacíos teóricos y, sobre todo, desde la falta de compromiso por parte de quienes ostentan los cargos públicos. El camino de la izquierda en México ha visto florecer los frutos de una lucha incansable, de muchos años; lucha que no tendría cabida sin el pensamiento que operaría de fondo durante todo ese tiempo. Bien lo decía Marx en la famosa Tesis 11 sobre Feuerbach: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de distintos modos el mundo, de lo que se trata es de transformarlo.”[5]
[5] En K. Marx, Tesis sobre Feuerbach, apéndice extraído de F. Engels, Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, trad. Wenceslao Roces, Barcelona, Ediciones Europa-América, 1938.
Es en ese sentido que el pensamiento althusseriano late con fuerza en las líneas de formación marxista. Se sumerge en la academia mexicana y se hace presente en quienes adoptan la práctica política como parte de su labor teórica. Ya lo decía la filósofa mexicana Fernanda Navarro en aquella entrevista que le hizo a Althusser en 1986: “Del marxismo y su actualidad, sostiene (Althusser) que es en el Tercer Mundo, y en América Latina en particular, donde sigue y seguirá teniendo vigor y vigencia (…)”[1]
[6] F. Navarro, Filosofía y marxismo. Entrevista a Louis Althusser, México, Siglo Veintiuno Editores, 1ª ed., 1988, p. 14.
Bibliografía: L. Althusser y E. Balibar, Para leer El Capital, trad. Martha Harnecker, México, Siglo Veintiuno Editores, 1ª ed., 1969.
J. Ranciére, Althusser’s lesson, trad. Emiliano Battista, Nueva York, Continuum International Publishing Group, 2011.
R. Guillén Vicente, Filosofía y educación. Prácticas discursivas – prácticas ideológicas. Sujeto y cambio históricos en los libros de texto oficiales para la educación primaria en México, Facultad de Filosofía y Letras UNAM, 1980.
K. Marx, Tesis sobre Feuerbach, apéndice extraído de F. Engels, Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, trad. Wenceslao Roces, Barcelona, Ediciones Europa-América, 1938.
F. Navarro, Filosofía y marxismo. Entrevista a Louis Althusser, México, Siglo Veintiuno Editores, 1ª ed., 1988.