El proceso por la transformación del país está en marcha, en su segunda etapa, y se requiere reflexionar con urgencia la forma política más conveniente que debe adoptar el movimiento con el fin de acompañar, de mejor manera, las iniciativas emanadas desde el Poder Ejecutivo, Legislativo y el Judicial, ahora ya en vísperas de su democratización. Estas instancias de gobierno, por su propia posición en la estructura estatal, generan los cambios profundos que se requieren. La urgencia de reflexionar acerca de la forma partidaria más conveniente, se deriva de la misma dinámica impuesta por el movimiento y de la exigencia de participación colectiva. 

Partamos de un repaso general de lo que hasta hoy ha sido el modelo de partido con el que se ha contado: 


1.-  Morena, Comité de Campaña.

 El nacimiento de Morena, su constitución formal como partido político legalmente reconocido, no representó un cambio cualitativo a lo que venía siendo hasta entonces, es decir, un movimiento electoral cuyo fin era llevar a la presidencia de la república a quien representaba su liderazgo político: López Obrador. 

La finalidad intrínseca de ese movimiento político era triunfar electoralmente y asumir la presidencia de la república que se había intentado desde otro espacio, el PRD, sin alcanzar el objetivo.

La convocatoria a la militancia de base del PRD, a los simpatizantes y a la amplitud de ciudadanos que coincidían con la propuesta de alimentar una alternativa distinta al ya para entonces PRIANRD, se centraba en alimentar la propuesta electoral, promover el voto y apostar por ganar en las urnas. En realidad, no se convocaba a crear un nuevo partido más allá de las implicaciones formales y de exigencia oficial, se trataba de alimentar  un movimiento estrictamente electoral y la promoción del voto. Se llamaba a disolver toda estructura política y a diluirse en un torrente amorfo promotor del voto. Tan así, que explícitamente se prohibió la continuidad o formación, en su caso, de instancias de coordinación municipal partidaria y en su lugar recibir instrucciones de un enlace para la distribución de propaganda  y visita domiciliaria. 

Se trataba de conformar un ejercito promotor del voto, disciplinado y obediente, que recorriera las calles y convenciera al ciudadano de acudir a las urnas y apoyar al candidato en ciernes. Era el momento de evitar, cancelar y prohibir todo ejercicio de crítica o propuesta, disciplinarse y cerrar filas entorno a una dirección designada bajo criterios de confianza hacia el liderazgo nacional. Ninguna instancia partidaria tendría intervención, más allá de actividades formales, porque la conducción se centraba en el proceso electoral y ese respondía al triunfo de la presidencia de la república. 

El partido podría haber funcionado electoralmente bajo una estructura conformada por instancias de base y direcciones intermedias, acuerpando debidamente a la militancia, pero se optó, bajo una óptica que correspondía totalmente a una visión de centralidad, por mantener una masa de divulgadores. 

Este modelo de partido, comité de campaña, que se aplicó hasta el triunfo de 2018 y se justificó por la necesidad de mantener la unidad de acción, se prolongó hasta la llegada de Mario Delgado a la presidencia partidaria que echó a andar una nueva forma organizativa, bajo una nueva concepción. 

2.- Morena, el Modelo Empresarial.

Mario Delgado ocupó el cargo de Presidente de Morena violando los estatutos del partido, pues sin estar afiliado y menos ser Consejero Nacional, se maniobró ante el Tribunal Electoral para que se le reconociera como tal. Egresado de instituciones educativas impulsoras de una formación conservadora y neoliberal, su actuación política no podía corresponder sino a esa visión social. 

Si en el modelo de Comité de Campaña se utilizó a la militancia como elemento pragmático para la cooptación del voto ciudadano, en el Modelo Empresarial, adoptado por la nueva dirigencia, la militancia fue eliminada y suplantada por empleados a sueldo contratados para el reparto de propaganda, colocación de lonas y organización de actos públicos. El contacto con la ciudadanía, para la capitalización del voto, se efectuó a partir de entonces, a través de las secretarias de estado encargadas de los programas sociales, sin necesidad de la intervención partidaria. Es decir, se creó un aparato asalariado sin ninguna función de orden político que cuestionara, propusiera o analizara la línea política y organizativa del partido. La selección de candidatos y su metodología, quedó bajo absoluta discrecionalidad de la dirección correspondiendo a sus propios intereses o a los equilibrios de poder y compensaciones de los grupos internos. En esa ruta, se impuso el pragmatismo electoral y la concertación con tránsfugas priistas y panistas. 

Los cargos directivos partidarios, nacionales y estatales, nunca correspondieron a quienes, por su trayectoria, experiencia y entrega ideológica se les reconociera, sino a la designación, bajo contrato e interés, del gerente general reconocido como presidente. 

En este Modelo Empresarial de estructura política, no solo prevalece la centralidad, el verticalismo y una profunda antidemocracia, sino que el eje de su actuar se encuentra en una concepción mercantil de la política. No se trabaja socialmente para organizar al pueblo y crear en él conciencia de su realidad, en la búsqueda de su organización para convertirlo en sujeto del cambio. La concepción mercantil, aplicación del neoliberalismo en el campo de la política, promueve productos electorales en un mercado electoral que habrá de conquistar a toda costa, aun con productos chatarra, engañosos y fraudulentos. No construye un cambio social, avanza sobre el impacto superficial y fantasioso de triunfos estadísticos.    

3.-  Morena, partido político.

 La profundidad del Movimiento por la Transformación que implica la recuperación del Estado como eje de organización social, la reafirmación de nuestra soberanía como nación, la redistribución justa de la riqueza y la operación inmediata de un nuevo sistema de salud y educativo que realmente responda a nuestras necesidades, también obliga, imperativamente, a formar un brazo político que organice y promueva la educación en el pueblo. Sin él, corremos el peligro de caer en la simulación y en cambios cosméticos que abran nuevas oportunidades a los traidores de siempre. 

El partido que necesitamos debe ser una estructura que permita la organización de la militancia dedicada profesionalmente a organizar, a su vez, al pueblo. 

El modelo de partido que el movimiento requiere debe ser incluyente, profundamente democrático y totalmente horizontal. Sus instancias de dirección, emanadas de un reconocimiento a la entrega, al compromiso y al trabajo cotidiano deberán estar abiertas al ejercicio de la crítica, el análisis y la reflexión. Hoy en día, a quien se atreve a criticar alguna practica indebida, de inmediato es satanizado y calificado como comparsa del enemigo; así es como se están cubriendo los verdaderos traidores del proceso transformador. 

Morena no puede ser alimentado por clientelas electorales movilizadas para ganar posiciones en su Consejo Nacional o Estatal. Se deben implementar mecanismos que garanticen una integración democrática y que permita el ejercicio parlamentario interno. 

Morena debe integrar y organizar a la militancia comprometida con el proyecto de la transformación, a través de sus Comités de base. Ellos debieran ser el contacto directo con el pueblo; el Comité de Base es la instancia responsable de la educación y organización del pueblo. Las estructuras armadas bajo relaciones contractuales, convirtiendo al partido en una bolsa de trabajo, no aportan, en lo más mínimo, a la transformación real. 

Lo que debemos tener presente es que la continuidad de un movimiento social que ha impactado profundamente la estructura política del país, solo será posible si es capaz de crear un espacio de integración plural y democrático. Las expresiones ideológicas un tanto conservadoras, progresistas y de izquierda, todas, tienen lugar y reconocimiento tanto en el movimiento como en el partido, pero habrá que definir claramente reglas de participación y respeto mutuo para no romper la unidad de acción. Mantener una prohibición fantasiosa de expresión ideológica, es crear una camisa de fuerza insostenible. 

Morena no puede ser entendido como patrimonio de nadie, de ninguna fuerza política y menos de alguna personalidad. Morena es producto de la lucha histórica de la izquierda y de todos aquellos que han reivindicado la democracia en nuestro país. 

 El miedo a la democracia, también se debe vencer como parte de la transformación.