Ponencia al V Encuentro Nacional de la Unidad de las Izquierdas.
Mesa: 1
Los principales factores de inseguridad en México son el narcotráfico y el crimen organizado. El primero es el más poderoso y de hecho ha venido absorbiendo o controlando a las otras formas de crimen organizado. Además, el narco ha diversificado su plan de negocio incluyendo el secuestro (clásico, para sicariato, esclavitud y explotación sexual), la extorción, la prostitución, el trafico de personas, el robo mayor y la “seguridad” (venta de protección y acoso a comunidades para proteger grandes negocios).
Los medios de comunicación y el poder gubernamental nos han presentado a lo largo de décadas al narco como bandas de delincuentes lidereados por un sanguinario y perverso, pero muy inteligente, capo salido de las clases marginadas, que a base de esfuerzo criminal creó un imperio ilegal que mata mexicanos y envenena a los gringos.
Pero los narcos no inventaron el negocio cuya ilegalidad es solo formal porque siempre ha contado con la protección y vista gorda de las autoridades de todos los niveles, a ambos lados de la frontera. Han sido armados y asesorados en materia militar y financiera por los dueños y promotores del negocio; el senado gringo y el pentágono.
Los capos del narco en realidad funcionan como empleados de la DEA y la mercancía que transportan, cultivan o producen es la que el mercado solicita y el mercado es controlado y diseñado desde el poder en EUA.
Por ello, el problema de la criminalidad y la inseguridad en México es una derivación del negocio del narcotráfico orquestado por la DEA y está semi-controlado por esa dependencia yanki, pues le otorga a las bandas cierto grado de autonomía en la gestión del negocio. Las armas con las que el narco se protege y asesina personas provienen de los estados unidos, el dinero que los narcos reciben como ganancias también viene de más allá del río Bravo.
La inseguridad en México no puede verse ni tratarse como un problema local porque es una de las caras del intervencionismo americano. De hecho, la guerra entre narcos que desató Calderón (aunque la prensa aun le llama la guerra contra el narco) no es más que el método gringo para evitar que un cartel se empodere demasiado y pretenda intervenir en el negocio allá en los EUA. La guerra entre narcos los debilita y los achica. Los obliga a gastar dinero, balas, energías y vidas en luchar contra otras bandas, lo que les impone gastos de gestión y administración onerosos y acelera el recambio de personal (por muerte) e incrementa los gastos en capacitación. Esto afecta la rentabilidad del negocio e induce a los capos a promover que sus franquiciatarios busquen formas de financiamiento complementarias, es decir, se dediquen simultáneamente a otras formas de delincuencia. Es curioso que los narcos mexicanos sean las únicas mafias del mundo incapaces de llegar a acuerdos y repartirse territorios.
Las otras formas de intervencionismo yanki más evidentes, aunque menos letales, son las amenazas de sus presidentes, las críticas de sus embajadores, las difamaciones de sus senadores y medios de comunicación.
También son conocidas las presiones de poder ejecutivo a poder ejecutivo para imponer acuerdos comerciales, migratorios, ambientales, etc. Durante décadas la política exterior e interior mexicana fue de manera alternativa acotada, matizada o controlada por los gobiernos gringos. Así, nuestros gobiernos fueron forzados a entrar en la segunda guerra mundial, a suscribir acuerdos hídricos en la frontera, a hacer el programa bracero, a ser anticomunistas y masacrar a los opositores, a entrar al GATT, a ser tecnócratas y neoliberales, a perder la soberanía alimentaria, energética, económica y monetaria.
Hoy, que estamos recuperando la soberanía nacional y a independencia política y económica, hay que tener presente que la seguridad nacional incluye parar en seco el intervencionismo del ejecutivo gringo y desarticular su brazo armado en México, que es el narcotráfico con sus capos y sicarios.
No hay cartel o pandilla buena, todos trabajan para la DEA y en favor de los intereses del poder gringo y de la industria armamentista y no porque compren y usen armas, sino porque son un eslabón muy importante en el control de la población gringa y mexicana y porque ese control es factor central en el proyecto armamentista y guerrerista de los dueños de las armas y el dinero en EUA.
Vencer al narco en México implica no solo librarnos de la mayoría más virulenta del crimen organizado, es, además, una gran contribución a la liberación del pueblo norteamericano (que incluye millones de mexicanos, latinoamericanos y negros, además de la clase trabajadora blanca) sojuzgado por un poder despótico y criminal y también significa complicarle los planes de guerra al poder gringo porque debilitaría su consenso, basado en la parálisis y apoliticismo enajenado de sus ciudadanos. Es debilitar su retaguardia y base de apoyo. Es decir, el senado y el pentágono, perderían paulatinamente parte del apoyo y de la pasividad ciudadanas de las que dependen para imponer sus planes de guerra, desde la aprobación de presupuestos militares hasta la elaboración, presentación y legitimación de narrativas o cuartadas para atacar a otras naciones y promover la guerra.
Por ello, cuando Trump habla de declarar terroristas a los narcos para venir a atacarlos no entiende lo que implica o solo amaga para conseguir concesiones del gobierno mexicano en otros ámbitos de la relación, para presentarlas ante su electorado como triunfos. Porque sin el narco mexicano entraría en crisis parte del negocio de las drogas en EUA afectando gravemente las economías locales y federal de aquel país, pues, aunque procuran ocultarlo, la economía gringa es narcodependiente, desde la industria del transporte de carga hasta el sistema financiero que lava los narcodólares, pasando por las industrias restaurantera y hotelera. Sí se desarticulara, al menos en parte, el narcotráfico en EUA, la delincuencia organizada tendría que buscar nuevos nichos de negocio criminal y también se afectaría el negocio del tráfico de personas que les deja a las mafias y a las empresas gringas enormes ganancias y les proporciona trabajadores baratos y carentes de derechos.
Dado que el narcotráfico es una modalidad mas del intervencionismo yanki, pues es una forma de delincuencia patrocinada por el poder gringo, debe ser tratado como tal y no como un problema de criminalidad local o delincuencia autóctona.
En consecuencia, la UI debe denunciar y proponer al gobierno federal que también lo haga, la vinculación de los carteles del narco con la DEA, así como exigir al gobierno de los EUA que no permita la entrada de drogas a su territorio, que no permita la exportación de armas a México y que desarrolle un multimillonario programa de comunicación contra el consumo de drogas y de salud para atender, prevenir y curar las adicciones. En otras palabras, que realmente trabaje para reducir el consumo de drogas y la criminalidad asociada a su comercio en su propio territorio.
Propongo que resolvamos mandatar a la Comisión Coordinadora Nacional de la UI para que convoque a una rueda de medios de comunicación en la que haga pública esta posición y entregue un documento con está denuncia y exigencias en la embajada gringa en México y ante la Secretaría de Relaciones Exteriores solicitando que ésta secretaría la haga llegar a las instancias correspondientes del gobierno de los EU.
Ciudad de México, 18 de enero de 2025